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Bitneriáceo

Cuentito para (para siempre) dormir

Cuentito para (para siempre) dormir Sr. Juez.:
Me pasé la vida viendo morir a gente. Mi espantosa cara fue lo último que vieron muchos infelices que se aferraban a mi mano mientras abandonaban el mundo. Las primeras veces no soportaba ver la agonía, el estertor, su aterrorizados ojos con una mirada que atravesaba mi cuerpo para perderse en la nada. Con la costumbre empecé a soportar la visión, hasta llegar a descubrir que en todas las ocasiones ineludiblemente entre los distintos desencajes de terror, miedo y angustia siempre se presentaba por unos instantes la expresión del que esta tratando de identificar un olor. Al principio no le di importancia hasta que tuve un caso en el que el accidentado en su delirio de dolor preguntó ¿que es ese olor? yo le dije -es gasolina-. El seguía hablando de mil cosas incoherentes, poco después en medio de la conversación, mientras la muerte se le echaba encima dijo - no, no es gasolina. Ingresó cadáver.
Fue el día de mi accidente cuando todo empezó a verse claro, me acompañaba mi amigo Frank el cocinero de la Trattoria de Marina. Poco antes de que mi coche diese tres vueltas de campana me comentó -¡como huele a estragón!-, fue lo último que dijo.
Salí ileso, le di la noticia a Marina y le pedí que me dejase oler el estragón.
Ahora ya lo sé, la muerte huele a estragón.

2 comentarios

itn -

A sus ordenes, mon capitaine

pini -

cómo me gusta el estragón!
el tomillo, la albahaca, el orégano, la menta limón.

si con ellos me voy, pues bien, que estará bien, estaré oliendo los perfumes que amo en vida.

ahora cocíname algo, que me ha dado hambre.