Lo mensurable, lo inconmensurable y la desmesura.
Me atrae todo aquello que no puedo medir, me fascina lo que se puede sentir sin necesidad de valorarlo, lo que no tiene medida.
Tal vez sea porque todo lo evalúo, es una necesidad. Medir es informarse, una forma sencilla de encajar todo en el mundo y nuestro mundo en todo.
Por comparación, por estimación o por simple subjetividad, la calibración de cuanto me rodea es mi forma de entenderlo. Lo es tanto que de forma inconsciente valoro, tomo las dimensiones y encajo cosas tan poco mesurables como el aprecio, la simpatía, el ingenio, el valor o la rareza.
Esos baremos cambian con el paso del tiempo, son modificados por la experiencia y por el cambio sutil de gustos y apreciaciones que creo que todos experimentamos con la edad.
La edad, de eso quería hablar hoy, porque tal vez sea la más obsesivas entre todas mis fijaciones de medida. Me preguntaba en que momento de mi vida estaba (o estaré -iluso-) en la edad ideal.
Toda medida tiene su ideal, su punto de equilibrio, el "ni frío ni calor", pero resulta que el de la edad cambia y cambia con la edad, así se da la paradoja de pasar por ese punto sin darnos cuenta, tal vez cuando estamos en él no somos conscientes de estarlo. De pronto recordamos cuando queríamos ser mayores y ya es el momento en el que desearíamos ser más jóvenes.
Para este asunto siempre he contado con los referentes. De niño las colecciones de cromos de jugadores de fútbol, que indicaban la edad, te marcaban como calendarios vivientes la pauta de lo que era ser mayor, porque ser futbolista (no se porqué) era ser mayor. La edad de los futbolistas era un termómetro en el que se pasa por :me falta poco para poder ser futbolista "ya podría ser futbolista, ya podría ser un gran futbolista, ya debería retirarme como futbolista y que mayor soy hasta para ser futbolista". Una vez superada esa edad me comparo con el presidente de gobierno, supongo que después me quedaran los obispos, después los papas y al final siempre me quedará Fraga.
Tal vez sea porque todo lo evalúo, es una necesidad. Medir es informarse, una forma sencilla de encajar todo en el mundo y nuestro mundo en todo.
Por comparación, por estimación o por simple subjetividad, la calibración de cuanto me rodea es mi forma de entenderlo. Lo es tanto que de forma inconsciente valoro, tomo las dimensiones y encajo cosas tan poco mesurables como el aprecio, la simpatía, el ingenio, el valor o la rareza.
Esos baremos cambian con el paso del tiempo, son modificados por la experiencia y por el cambio sutil de gustos y apreciaciones que creo que todos experimentamos con la edad.
La edad, de eso quería hablar hoy, porque tal vez sea la más obsesivas entre todas mis fijaciones de medida. Me preguntaba en que momento de mi vida estaba (o estaré -iluso-) en la edad ideal.
Toda medida tiene su ideal, su punto de equilibrio, el "ni frío ni calor", pero resulta que el de la edad cambia y cambia con la edad, así se da la paradoja de pasar por ese punto sin darnos cuenta, tal vez cuando estamos en él no somos conscientes de estarlo. De pronto recordamos cuando queríamos ser mayores y ya es el momento en el que desearíamos ser más jóvenes.
Para este asunto siempre he contado con los referentes. De niño las colecciones de cromos de jugadores de fútbol, que indicaban la edad, te marcaban como calendarios vivientes la pauta de lo que era ser mayor, porque ser futbolista (no se porqué) era ser mayor. La edad de los futbolistas era un termómetro en el que se pasa por :me falta poco para poder ser futbolista "ya podría ser futbolista, ya podría ser un gran futbolista, ya debería retirarme como futbolista y que mayor soy hasta para ser futbolista". Una vez superada esa edad me comparo con el presidente de gobierno, supongo que después me quedaran los obispos, después los papas y al final siempre me quedará Fraga.
7 comentarios
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Ser, es el problema tanto para la vejez como para la inutilidad, sentirse es evitable, serlo no.
Pero no necesariamente están unidas vejez e inutilidad, al menos eso espero. :)
Swann -
Sentirse viejo es menos grave que sentirse inútil. Dicen
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Glassy -
(No sé por qué Reverte metió ese anacronismo tan descarado así, a propósito; ese tío es la leche descremada)
26 -
Glassy -
La cosa no termina en Fraga. Después de él aún te quedará Sara Montiel.
NuriaA -