Red Neuronal por la vía.
Con el horizonte del tiempo transcurrido, la memoria (siempre estimulada, siempre selectiva) parece encadenar las grandes emociones vividas sobre dos vías,
Me trae los viejos TER (tren español rápido) de viajes interminables donde se ponía a prueba una madre, mi madre, llena de niños. 12, 14, 16 horas de viaje más retraso, retraso de tiempo variable pero retraso fijo, de comidas al asalto, de vomitonas, de disculpas al resto de viajeros, de ilusión e indisciplina emocionada, al saber que el tren viaja al verano, hacia poniente llenando mis ojos infantiles de sol, alegría, playa y placer.
Cada uno de los viajes de ida me los sé de memoria, se grabaron como el sonido del timbre del recreo, como el olor de la colonia de mi madre, como el gusto que daba disfrutar la tarde del sábado sabiendo que aun quedaba el domingo entero.
El de regreso triste y de vuelta hacia el invierno inevitable y tan parejo en número como la ida, sin embargo ha desaparecido. La memoria, (siempre estimulada, siempre selectiva) ha sido sabia, ha borrado, tapado, ha sabido sobrescribir algún otro mejor recuerdo. Miento, recuerdo el olor de mi casa en Bilbao el día del regreso, Ese olor no puede explicarse, no lo he vuelto a oler desde hace muchos años pero el recuerdo es más intenso, más preciso que un sonido una imagen o un sentimiento. Será tal vez porque ese olor aunque inauguraba el invierno me consolaba descubriendo que esa era mi casa, mi familia, mi invierno.
Dejé las calles de mi infancia invernal. Al final de un verano ya no hubo viaje de regreso. Un poco antes de dejar aquellas calles, la bioquímica inoportuna del afecto, hizo que por amor todo se diera la vuelta.
Debía volver a menudo a verle a ella, mi primer gran amor. El tren volvía a ser protagonista, ahora todo era al revés, el viaje hacia el oriente era el de la alegría, emoción, el viaje deseado. Nocturno, en literas, tan incomodo como intenso, tantas veces soñado que hizo que amara el tren, sus sonidos, ritmos, estaciones y fuera, tras el doble cristal, llegando a destino el amanecer en movimiento.
Cómo recuerdo ahora, tan estimulada mi memoria, tan selectiva, aquellos viajes perfectos, en que soñaba solo con la ida.
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Laida -