Rekan Tirun (y II)
Rekan miraba desde lo alto la belleza formidable de la playa, ningún otro ojo humano jamás la había visto antes. Era mediodía, la marea estaba baja y el mar aparecía interminable y azul.
Del otro lado de la duna la pendiente era suave. Caminando hacia la orilla sus pasos dejaban una línea punteada de pisadas partiendo en dos la uniforme superficie del gigantesco arenal.
Al ver sus huellas y el dibujo que formaban Rekan empezó a moverse en zigzag, en circulo, a cuatro patas, a saltos con los pies juntos... experimentaba y veía satisfecho el resultado que cada "pincel" dejaba sobre la arena. Le hubiera gustado poder volar para ver su “obra de arte” completa.
Por fin llegó a la orilla, mojó sus pies, el agua estaba fría, la probó, tuvo que escupir el trago salado. Se sentó, con la arena mojada construyó la duna en miniatura para poder repetir su heroica escalada, para hacer sus huellas ,su dibujo y verlas como si volara, para repetirse a si mismo como un granito de arena sentado ante una inmensa playa.
Colorín, colorado, este cuento se ha terminado.
Pero papá, no puede terminar así. No le ha pasado nada.
A veces lo mejor pasa cuando parece que no pasa nada.
2 comentarios
26 -
Lo recuerdas y resulta que de eso se trataba la vida.
pini -
pero cuando no pasa nada no es que no pase nada, sino que lo que pasa queda marcado a fuego en el recuerdo.
como el gusto a mar que te queda en la boca, luego de tomar un primer traguito.
te seguirá de por vida.